En un pequeño rincón deshabitado

Fecha: 20 de noviembre del 1965

Lugar: Soria, Castilla y León

 

Desde hace un tiempo – concretamente doce semanas, cinco días y 2 horas – Francisco y Luisa no se han visto en paños menores y mucho menos se han rozado bajo las sábanas. El nacimiento de su primer hijo los ha ido alejando, pero el deseo de ambos se vuelve urgente desde que el niño ha empezado a dormir toda la noche.

Así, una noche fría de noviembre se meten ambos en la cama, apagan las luces y empiezan a sentir la presencia del otro en el silencio nocturno. Pasan unos minutos y la casa sigue en calma mientras el palpitar de sus corazones se acelera. Quizás sea esta la noche.

Ella todavía se siente insegura con su cuerpo. Ha cambiado y la zona de la barriga no ha vuelto a su sitio como desearía. Por ello, cuando Francisco se acerca, lo hace por detrás, formando, lo que ahora llamamos, cucharita. Él se quita el pantalón de pijama que es lo único que usa para dormir y poco a poco le quita a ella su ropa de noche.

Desnudos piel con piel. Unos sutiles besos que van desde lo alto de la cabeza hasta el inicio de la cadera de Luisa. Puede que sea noviembre pero hace varios minutos que han olvidado la temperatura exterior.

El miembro masculino hace su aparición contra las nalgas de Luisa, pero ella no lo ve claro. ¿Cómo conseguirá introducirlo en su vagina desde esa posición? Francisco no le da tantas vueltas, simplemente se deja llevar por el camino que su pene parece guiarlo.

Mientras las piernas de Luisa se separan sin ser consciente, Francisco se abre paso, pero… “¿dónde va?” piensa Luisa. Él ni siquiera se ha dado cuenta de que está delante de una puerta diferente.

Ambos se aventuran a vivir una experiencia muy diferente a todo lo que han sentido hasta ahora. ¿Cómo es posible que nadie haya mencionado ese orificio antes? ¿Es de salida y de entrada? ¿Será sano? ¿Ético?

mil-maneras-de...

Lo que los expertos opinan…

María del Carmen Navarro, sexóloga experta y practicante, comenta respecto al caso lo siguiente:

Des que el mundo es mundo, animales y humanos han explorado su cuerpo en busca de cualquier orificio penetrable. No obstante, la antigua Grecia fue el punto álgido del sexo anal entre parejas heterosexuales.

Desgraciadamente con el paso del tiempo se ha visto dicha práctica sexual relegada a los burdeles más lúgubres. La Edad Media prohibió tales “ritos antinaturales” sin intención de concebir y las parejas olvidaron lo que se perdían.

No obstante, a mediados del siglo pasado, algunas parejas con suerte experimentaron con otros ángulos en sus relaciones dando con el ano en su exploración. De unas pocas parejas llegó a oídos de otras y así comenzó la gran era de la penetración anal. Bienvenida sea.

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